Coraza

No hace mucho (en tiempo estándar-no mallorquín, es decir, no hace mucho…), ví en el expositor de libros de unos grandes almacenes un libro del cual ya había oído hablar: «Anécdotas de Enfermeras». Lo primero que pensé era que ya había salido de nuevo un libro en el que vendrían las típicas anécdotas de las que todos hemos oído hablar en alguna ocasión… bueno, en cierta ocasión, también todos habían visto como cierto espécimen de raza canina usaba su lengua… El caso es que me llamó la atención y lo compré para ver qué imagen dábamos las enfermeras…

¡Pues menuda imagen! Chafarderas, cotillas, pudorosas, con un marcado papel matriarcal… y, aunque había un par de personas que daban una perfecta imagen de lo que representa una Enfermera, no conseguían que esa imagen desapareciese y quedase como algo marginal. Después me fijé que la autora no es enfermera, sino periodista, que se ha dedicado a recopilar las anécdotas fruto de varias entrevistas.

La pregunta que me hice estaba bastante clara: ¿habría escogido las anécdotas con «carnaza» y habría desechado las otras? Aquellas que no son ni morbosas, ni cotillas, ni tan divertidas, pero que dan una imagen más real de lo que hacemos… Me quedé pensando en esas cenas entre compañeros (y no tan compañeros) en las que cuentas tus anécdotas y comprobé asombrado que no recordaba nunca haber contado una anécdota «realista»… ni yo ni nadie… ¿Por qué?

Entonces llegué a una conclusión, de la que espero vuestra opinión: ¿será que en realidad sólo queremos recordar las anécdotas banales? Quizá si contásemos cómo ese paciente ha estado luchando contra el cáncer y lo ha superado nos haga recordar en los otros paciente que no lo lograron… y quizá recordar a esos otros paciente nos lleve a recordar lo dura que puede llegar a ser nuestra profesión.

Quizá sea mejor ser una cotilla…

11 comentarios en “Coraza

  1. Hombre, en el contexto de una cena o de una reunión de colegas de lo que se trata es de echar unas risas, y se cuentan anécdotas graciosas o con chiste fácil. Creo también que hay un elemento de inabarcabilidad en todo esto. Quiero decir, que si le intentamos explicar todo lo que ponemos en el ajo en nuestro quehacer diario, no podríamos contarlo o nos sería muy complicado hacérselo entender a alguien ajeno. Por eso creo que a veces nos quedamos en una cierta superficialidad. Sin embargo, y puedo dar fe de ello, esos casos en los que se ha luchado (el paciente y nosotros) y la cosa ha salido bien, o que son muy tremendos y en los que sale la fibra y nuestra labor más «salvaje» (a vida o muerte, o a tumba abierta), esos casos sólo se cuentan entre los que compartimos la experiencia. Lo digo porque, al menos en mi unidad, a menudo salen nombres asociados a lucha y entrega, y no es con ánimo jocoso ni nada de eso. Es más, a veces incluso hay quien no quiere oírlos, por eso de no remover viejas heridas.

    Saludos.

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  2. El libro “Anécdotas de Enfermeras” está en uno de esos lugares de libros recomendados, los 10 libros más leídos o algo así de una importante libreria en mi ciudad,el día que lo vi confirme que las listas de libros que se hacen no tienen nada que ver con la calidad.

    Que la autora no sea enfermera quizá es mejor, es un espabilada que piensa que hay mercado en esos temas.De todas formas se ha inspirado en compañeras enfermeras, en el libro no sé si lo dice pero recuerdo una entrevista en televisión (Cadena de mucha audiencia en hora punta)en la que se presentaba el libro y en aquel momento una enfermera contaba las historietas, me hirio tanto lo que contaba que llamé por teléfono para manifestar que las enfermeras hacemos otras muchas cosas y que esa imagen que daban nos degradaba y también escribí una carta a la misma televisión.
    Yo he compartido historias con compañeros pero en la mayoria de las ocasiones nosotros mismos eramos parte de la historia, cosas que nos han pasado.
    No puedo hablar mucho más sobre el libro porque solo lo he ojeado. No sé si ha generado esta misma reacción en otros compañeros.

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  3. Señor Horrach… Como ya se dijo hace cienes y cienes de años: «No soy digno de que entres en mi casa». Se agradece su visita y le recuerdo que el tamaño de la nuez no es proporcional a la calidad de los cuidados.

    Le saluda una enfermerita.

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  4. No se corte, hombre, que la frase bíblica tiene un corolario bonito:

    «… pero una palabra tuya bastará para sanarme».

    Pero el doktor H no es un sanador de cuerpos, como las enfermeras (especialmente las sin-nuez), sino de almas, jajajaj.

    shalom

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  5. ¿Sanarme o sanarle? Si mal no recuerdo, lo que le pedía el buen hombre a Jesús era que sanase a un criado o esclavo por el cual sentía mucho afecto… Pero igual me equivoco.

    Por cierto, las enfermeras no sanamos, ayudamos a que las personas se puedan sanar por sí mismas, que es mucho más difícil.

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  6. Creo que la imagen que damos con libros como éste no ayudan a la idea que pueden hacerse de nosotros nuestros potenciales usuarios o pacientes.

    Cuando vi en la tele la presentación del libro «anécdotas de enfermeras» fue un día de trabajo,había llegado a la casa de un matrimonio de ancianos, la hija me había llamado para presentarme a la nueva cuidadora,una chica boliviana,yo tenía que planificar los cuidados, las visitas etc con ella.
    Cuando estaba hablando con la hija y la cuidadora, en elfondo la tele presento a una enfermera, como no es algo habitual les pedí que la escucharamos un momento,ingenua de mi, esperaba otra cosa.
    De pronto empezo a contar esas historietas que ya he comentado, hablaba de intimidades de personas como las que yo tenia enfrente de forma poco ética.
    Resulta imposible luchar de forma individual contra estas cosas,hay trabajos con nuestra imagen en series de televisión,en la noticias de la prensa, los A.T.S. hacen las cosas buenas,y las enfermeras son las que «matan» en las residencias de ancianos, o en los domicilios. Y con todo esto así nos va.

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  7. Buenas. Os habéis parado a pensar que tal vez existan «anecdotas de bomeros», anécdotas de ministros», etc? En casi todas, me atrevería a decir que todas, las profesiones existen estereotipos fabricados a lo largo de los años, incluso de los siglos.
    Quien no ha asociado alguna vez a las enfermeras con las monjas, o con esposas o madres abnegadas? O simplemente con una señorita de buen ver con uniforme supercorto y cofia (todavia se me revuelven las tripas con el escandalo de la Clinica de los Pascuales).
    No he leido dicho libro, ni creo que lo lea , por falta de tiempo y porque ahora me estoy leyendo la saga de los Hijos de la tierra; pero sí así fuera, lo único que se me ocurre es reirme de esa pobre periodista o lo que sea, que no posee la suficiente creatividad para hacer otro tipo de periodismo.
    Anécdotas? se me ocurren muchisimas, desde el paciente en coma, que cuan do despertó me dijo que sí, que él de esa dialisis pasaba, me pusiera yo como me pusiera y además me invitaba a una comilona en su casa cuando le dieran el alta(en aquella dialisis , nos habia oído hablar sobre lo mal que estaba); el paciente tal, o cual, que llevaba como 20 años con nosotros, su familia, miles de anecdotas, mas graciosas o menos, admirables por parte de los pacientes, y por parte de nosotros, y contamos cuando nos da a los veteranos por relatar “batallitas” .
    Así que la autora de tal libro siga a su rollo, que nosotros seguiremos al nuestro, y no creo que esto ni afecte ni influya mucho en nuestros usuarios.
    Dice el dicho “por sus actos los conoceréis”, así que fuera estereotipos.
    Un saludo.

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  8. Dani,

    si no recuerdo mal (suelo releer pasajes de la Biblia con cierta regularidad, pero este pasaje lo tengo algo olvidado), creo que se trataba de un leproso con el que nadie quería tratos. Jesús pretendía entrar en su casa, y él le decía que no hacía falta, que su simple palabra bastaría para curarlo, en acto de fe que lo cura automáticamente (la parte milagrera de los Evangelios es lo que menos me gusta de estos textos fascinantes).

    shalom

    PD: amigo Pez, será por el calorazo, pero ahora mismo no lo pillo.

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  9. Mateo 8, 5-11

    En aquel tiempo, al entrar Jesús en Cafarnaúm, se le acercó un centurión y le rogó diciendo: Señor, mi criado yace en casa paralítico con terribles sufrimientos.
    El le contestó: Yo iré a curarle.
    Replicó el centurión: Señor, no soy digno de que entres bajo mi techo; basta que lo digas de palabra y mi criado quedará sano. Porque también yo, que soy un subalterno, tengo soldados a mis órdenes, y digo a éste: «Vete», y va; y a otro: «Ven», y viene; y a mi siervo: «Haz esto», y lo hace.
    Al oír esto Jesús quedó admirado y dijo a los que le seguían: Os aseguro que en Israel no he encontrado en nadie una fe tan grande. Y os digo que vendrán muchos de oriente y occidente y se pondrán a la mesa con Abraham, Isaac y Jacob en el reino de los Cielos.

    Nuestro amigo Google al rescate.

    PD: sirva la siguiente frase para refrescar su mente, Horrach: «Si no fas bonda et sanaré!»

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