«Dos consejos te doy: no tengas hijos, no te metas en obras» Marc Hudson
Cuando uno decide emprender la aventura de la paternidad, se imagina muchas cosas y recuerda tantas otras: cómo le educaron sus padres, cómo educará a sus hijos, esperanzas, ilusiones, miedos… pero, por mucho que le eches imaginación al asunto, nunca llegarás a estar mínimamente preparado para lo que te espera
Una de cal y otra de arena
Es cierto que los hijos son una fuente de satisfacción y orgullo, pero también de enfado y preocupación. Si ya son difíciles las relaciones humanas con personas extrañas, lo son mucho más cuando se trata de la familia… y no os cuento cuando esa familia es una personita que lleva la mitad de tí dentro. Literalmente.
Eso sí, esa personita es capaz de hacerte generar cariño, ternura, protección y comprensión a unos niveles que ni tú mismo sospechabas.
En pocas palabras: sentimientos encontrados.
Quien espera, desespera
Por eso, cuando la profesora de tu hijo te comenta que necesita un refuerzo de logopeda, lo primero que piensas es «¿Qué he hecho mal?». Y si un par de meses después la profesora y la logopeda comentan que quizá sería necesario una evaluación de un pedagogo… se te cae el alma al suelo. Mi mujer y yo pasamos por un magnífico duelo anticipado mientras esperábamos la evaluación.
Por supuesto, nos pareció una eternidad.
Pedagogía
Cuando acudimos a la reunión con la pedagoga, la primera, en la frente: ese día era la primera vez que veía a nuestro hijo y nos dijo que la valoración iría para largo. ¿Cómo? ¡Necesitábamos saber qué le pasa a nuestro hijo! Lanzaban la piedra, escondían la mano. Para nosotros, fue bastante estresante. NO SABER. ¿Qué hacer?¿Qué podíamos esperar?¿Qué futuro le esperaba a nuestro hijo?
Y otra vez nos ponían en Stand-By.
Un final abierto
Al final, no fue tanta la espera. Otra reunión, pero con diagnóstico: «Retraso madurativo». Tuvimos que poner las cartas sobre la mesa. Busca(ba)n descartar un trastorno autista. ¡Por fin las cosas claras!
Comunicación
No estoy diciendo que hiciesen mal su trabajo. Al contrario: mostraron un trato cuidadoso en todo momento, pero quizá demasiado cuidadoso. Entiendo que haya padres que se derrumben al oir que su hijo podría ser autista, sin embargo, en nuestro caso fue al contrario.
Eso me hizo pensar en que el comunicar es tanto ciencia como arte. No es de extrañar que se hagan tantos cursos sobre comunicación… pero sí es extraño que esa necesidad de aprender a comunicar no sea más acusada entre los profesionales de la salud: necesitamos conocer al paciente, saber de sus necesidades y cómo satisfacerlas. Informar o, en nuestro caso, no informar, puede hacer que una piedra en el camino se convierta en una montaña.
¿Realmente somos conscientes de que la gente necesita?
Enhorabuena por tu blog, me alegra saber que cada vez somo mas las enfermer@s que nos aventuramos a tener uno.
El tuyo es muy interesante.
Queria aprovechar la ocasion para invitaros al mio http://www.portalesmedicos.com/blogs/enfermeriasevilla el cual espero que sea de vuestro agrado.
Un saludo desde Sevilla.
Elisabet.
Me gustaMe gusta
Muchas gracias, Elisabet.
Como bien dices, cada vez somos más los que nos aventuramos a tener uno. Si echas un vistazo a mi lista de enlaces, encontrarás unos cuantos.
Gracias por la invitación. Da por hecho que lo visitaré tan a menudo como pueda.
Un saludo desde la isla de la calma.
Me gustaMe gusta